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La inteligencia está supuesta a ser una de las características que hace de los humanos una especie superior en comparación a otras.
Desde el punto de vista de que tenemos ingenio, que somos capaces de sacar provecho a recursos dispersos, que vivimos en sociedades organizadas y que gozamos de toda clase de avances tecnológicos, es cierto que somos inteligentes. Sin embargo, a pesar de lo obvio que resulta todo esto, estamos plagados por estupidez.
Sí. Estupidez. A todos los niveles. Manifestada de todas formas. Para colmo, a estas manifestaciones diarias de estupidez tenemos que sumar factores de bruteza e idiotez, dos palabras que aunque se usan indistintamente para referirnos a la estupidez son en realidad dos condiciones muy distintas.
¿Cómo es que la humanidad es inteligente y estúpida a la vez? Esta es una tremenda paradoja que no resulta para nada fácil explicar. Para algunas cosas somos inteligentes, para otras no tanto. A nivel grupal eso parece ser la realidad, y a nivel individual la cosa es aún peor.
Hay gente brillante para los números, pero pésima en letras. Hay gente intelectual, capaz de leer y recordar cualquier cosa, capaz de disertar sobre cualquier tema. Pero esas mismas personas pueden pecar de ignorantes en otras áreas de la vida. Hay gente que en ciencias son una eminencia, pero que no saben lidiar con las más simples situaciones sociales.
Visto así, la inteligencia, al igual que la belleza, es un concepto totalmente subjetivo. Podemos ser inteligentes para algo, y brutos para otras cosas. Bruto y estúpido no son la misma cosa, y esto es crucial para lo que viene a continuación.
La inteligencia vista a nivel práctico
Quizás el escenario donde más evidente se hace la falta de inteligencia sea en situaciones donde se necesita ser práctico. El hogar es un buen ejemplo, lo mismo que la vida diaria, pero el rey indiscutible es la oficina.
Es en situaciones laborales que a menudo nos preguntamos ¿de qué me sirve esta inteligencia si no la puedo poner en práctica porque me lo impiden instancias superiores?
Sonará desagradable, pero la pregunta planteada más arriba es más común de lo que cualquiera piensa. Y si no lo creen así, tan sólo pregúntense cuándo fue la última vez que presentaron una idea o propuesta para agilizar determinado trabajo, siendo la misma rechazada por el superior inmediato. Me atrevo a apostar que en una buena cantidad de los casos la ocurrencia fue bastante reciente.
¿Por qué nos complicamos? ¿Será que nos gusta un buen reto? ¿Será cuestión de egos, vanidad o intereses? ¿Será que no nos gusta aceptar que hay personas capaces de pensar más que nosotros y en consecuencia les bloqueamos el paso? Sea lo que sea, esta práctica, además de ser realmente estúpida, no trae nada bueno consigo. Algunas de sus consecuencias son estrés, inconformidad, pérdida de tiempo, gastos innecesarios y mala voluntad. Pésimo coctel.
Claro está, no todo en esta vida se reduce a pensar. A veces pensar en exceso es malo, sobre todo cuando gira en torno a pensamientos falsos, negativos o infundados. A nivel de planificación es una buena idea plantearse las cosas desde un escenario tipo "y si pasara x cosa". En la vida personal, a no ser que se estén tomando previsiones de seguridad para el hogar y la familia, esos escenarios son devastadores. Es mejor evitarlos.
El tema de la inteligencia es bastane amplio. Por ahora lo dejo ahí, haciendo la saledad que inteligencia emocional y social son dos variantes igualmente importantes y poco cultivadas.
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