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¿Cuál es la mejor forma de resolver un problema? No hay respuesta universal por la sencilla razón de que no hay dos problemas iguales, a lo sumo parecidos, cada uno con complicaciones específicas e inherentes.
Si bien no hay una fórmula universal para resolver problemas, salvo que se trate de un problema matemático, podemos establecer de antemano que por lo general hay alternativas, algunas sencillas, otras más complejas. A veces la solución solo resuelve el problema de manera parcial, otras veces lo hace de manera definitiva. La solución va a depender del objetivo que se persigue con la misma, la disponibilidad de recursos, la urgencia del problema y las posibles consecuencias que pudieran derivar de las distintas soluciones disponibles.
Todos en el día a día nos enfrentamos a problemas que estamos obligados a resolver. Algunos requieren de atención inmediata, otros no son tan urgentes, pero, de todas formas, exigen de una solución adecuada.
Entre una solución sencilla y lógica y otra complicada y absurda, una cantidad impresionante de gente elige la segunda opción, y solo nos queda preguntar ¿por qué?
¿No se supone que como entes pensantes debemos irnos por la opción que maximice los recursos y garantice resultados rápidos? Este fenómeno es particulamente preocupante en el ámbito laboral, donde a menudo se trabaja de la manera bruta por capricho del mandamás, obviando maneras más eficientes que no solo resultarían en ahorros importantes de tiempo sino en un mayor eficiencia y mejores resultados.
Trabajar de la manera bruta es malo y resulta en inconformidades innecesarias, sin embargo, no es la peor cosa que pudiera ocurrir en este contexto.
En ocasiones se reciben instrucciones que no siguen el mejor curso de acción, ya sea por desconocimiento o por falta de información. Usualmente quien recibe las instrucciones está en mejor posición de evaluar el curso de acción requerido y en consecuencia puede hacer sugerencias que darían resultados más favorecedores en términos de tiempo y eficiencia. Hasta aquí, todo bien. El problema viene cuando se presentan las soluciones sugeridas y estas son rechazadas o descartadas por el superior de turno por el simple hecho de que quiere que las cosas se hagan exactamente como fueron solicitadas al principio.
Verse forzado a hacer las cosas de la manera bruta teniéndose conocimiento de otras formas más inteligentes de ejecutar lo solicitado es una de las peores cosas que pueden suceder a lo interno de una oficina. Lo más triste del caso es que se trata de una situación que ocurre con una frecuencia inusitada. En estos casos, aunque duela, no queda de otra que resignarse y cumplir con lo solicitado. La otra opción sería renunciar, pero como la gente en su mayoría no trabaja por gusto, este quizás no sea el camino más adecuado.
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