En su edición de este sábado, el Listín Diario ofrece un reportaje acerca del deterioro que presenta la mayoría de los puentes peatonales que hay en toda la ciudad (la imagen corresponde a dicho reportaje). Un vistazo a ediciones anteriores, no solo del Listín, sino de cualquier medio, revela que este tipo de reportajes es bastante frecuente. Y no se trata solo de los puentes, sino de prácticamente todo: parques, bustos, monumentos, calles en general y un largo etcétera. La Plaza de la Bandera, por ejemplo, da vergüenza en estos momentos.
Es una vieja historia que se repite una y otra vez: se invierte un dinero en la construcción y/o reparación de una obra, se anuncia su entrega, y bien gracias. Después del feliz evento, cae en el olvido y empieza su deterioro. Pasan los meses, los años, y cuando ya la gante no encuentra cómo quejarse, vuelven las autoridades a repararla o a reconstruirla. A veces el deterioro es tan grande que es mejor tumbarla y empezar desde cero.
Como se ve, es un círculo vicioso. La única manera de evitar esto es poniendo en práctica un plan de prevención y cuidado. Pero en RD esta no es la cultura que prevalece, así como tampoco hay la cultura entre la ciudadanía de cuidar y preservar las obras que se han hecho en su beneficio.
Luego está la cuestión de quiénes son los llamados a dar mantenimiento a estas obras. Por ejemplo, se contrata a una compañía X para que construya un puente. ¿Está supuesta esta a dar mantenimiento durante un tiempo o recae sobre la SEOPC? Habrá que investigar bien a fondo este tema, porque mientras tanto es con el dinero del pueblo que se hacen estas cosas. Donde hay patronatos debidamente nombrados, esto del mantenimiento parece funcionar mejor, aunque no siempre es el caso.
La idea jamás debe ser gastar el doble o el triple en una obra que bien pudo haberse preservado con un mantenimiento periódico. La reciente tragedia del puente que colapsó en Minneapolis, sobre el río Mississippi, en Estados Unidos, es un recordatorio de la importancia del mantenimiento oportuno a estas infraestructuras.
Es una vieja historia que se repite una y otra vez: se invierte un dinero en la construcción y/o reparación de una obra, se anuncia su entrega, y bien gracias. Después del feliz evento, cae en el olvido y empieza su deterioro. Pasan los meses, los años, y cuando ya la gante no encuentra cómo quejarse, vuelven las autoridades a repararla o a reconstruirla. A veces el deterioro es tan grande que es mejor tumbarla y empezar desde cero.
Como se ve, es un círculo vicioso. La única manera de evitar esto es poniendo en práctica un plan de prevención y cuidado. Pero en RD esta no es la cultura que prevalece, así como tampoco hay la cultura entre la ciudadanía de cuidar y preservar las obras que se han hecho en su beneficio.
Luego está la cuestión de quiénes son los llamados a dar mantenimiento a estas obras. Por ejemplo, se contrata a una compañía X para que construya un puente. ¿Está supuesta esta a dar mantenimiento durante un tiempo o recae sobre la SEOPC? Habrá que investigar bien a fondo este tema, porque mientras tanto es con el dinero del pueblo que se hacen estas cosas. Donde hay patronatos debidamente nombrados, esto del mantenimiento parece funcionar mejor, aunque no siempre es el caso.
La idea jamás debe ser gastar el doble o el triple en una obra que bien pudo haberse preservado con un mantenimiento periódico. La reciente tragedia del puente que colapsó en Minneapolis, sobre el río Mississippi, en Estados Unidos, es un recordatorio de la importancia del mantenimiento oportuno a estas infraestructuras.
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