Par de años atrás la norma era que la juntadera (o bonche) de los jóvenes y los no tan jóvenes empezaba después de las 11 de la noche, y se extendía hasta bien entrada la madrugada (5 AM era el estándar para mucha gente). Lo que empezó como un jueguito en los 90s se fue saliendo de control hasta que las actuales autoridades establecieron un horario para la operación de negocios nocturnos y venta de bebidas alcohólicas.
Mientras los padres de estos boncheros están más que felices con la medida, las quejas no se hicieron esperar. Primero fueron los bares y clubes nocturnos, alegando que estaban al borde de la quiebra. El sector Turismo expuso su punto de vista, y hasta donde tenemos entendido, se han hecho algunas concesiones en ese sentido. Otras personas, que nada tienen que ver con estas industrias, han alegado que la medida viola las libertades individuales.
Pero las quejas más sonoras provienen de un conocido merenguero metido recientemente a diputado. Este señor, dueño de una exuberante cabellera, aunque nada atractiva, es la persona que más saca a colación el tema, alegando que la industria del entretenimiento sufre mucho con la medida. Incluso cuando los dueños de bares dejaron de quejarse, este diputado volvió a la carga junto con otros músicos, y volvieron a llover las quejas de todos lados.
¿Tendrán la razón estas personas? Todo depende. La queja de los bares y clubes nocturnos está sospechosa. Cualquiera que haya ido a esos sitios se pregunta cómo es que sobreviven, pues la mayoría de sus visitantes se pasa la noche entera con apenas un trago y nada más. A todo esto, ¿quien dijo que para pasarla bien hay que amanecer en la calle? Antes de que entrara en vigencia esta medida, usted se daba una vuelta por la capital a las 11 de la noche en un día de semana, y los sitios estaban llenos. Al día siguiente, los centros de trabajo y las universidades estaban repletos de gente soñolienta.
Y los fines de semana, esos eran de antología. Conozco una joven para quien era un orgullo decir que llegó con el sol a su casa. Mientras, sus padres se pasaban la noche en vela, rogando a Dios que no le pasara nada a su hija. En ese tiempo, llegar a una discoteca o café a las 9 de la noche era tener el lugar para usted solo, pues ni un alma había. El sitio empezaba a llenarse y a ponerse "en ambiente" pasadas las 12:30. Si una fiesta no empezaba a las 12 de la medianoche, el anfitrión era un aburrido.
Este horario, aunque algunos lo encuentren "ridículo", hacía mucha falta. El desenfreno que se vio en este país fue una cosa espantosa. Jovencitas de 15 y hasta menos llegaban a estos sitios de diversión nocturna con el look de una mujer experimentada, y el resto, imaginelo. Drogas y alcohol convivían en un mismo local, de donde luego salían las noticias de reyertas, riñas, pleitos y hasta muertes.
¿Es esta la sociedad que queremos? No me parece, y no podemos permitir que así sea. Que siga este horario como está, que hace falta poner orden.
Mientras los padres de estos boncheros están más que felices con la medida, las quejas no se hicieron esperar. Primero fueron los bares y clubes nocturnos, alegando que estaban al borde de la quiebra. El sector Turismo expuso su punto de vista, y hasta donde tenemos entendido, se han hecho algunas concesiones en ese sentido. Otras personas, que nada tienen que ver con estas industrias, han alegado que la medida viola las libertades individuales.
Pero las quejas más sonoras provienen de un conocido merenguero metido recientemente a diputado. Este señor, dueño de una exuberante cabellera, aunque nada atractiva, es la persona que más saca a colación el tema, alegando que la industria del entretenimiento sufre mucho con la medida. Incluso cuando los dueños de bares dejaron de quejarse, este diputado volvió a la carga junto con otros músicos, y volvieron a llover las quejas de todos lados.
¿Tendrán la razón estas personas? Todo depende. La queja de los bares y clubes nocturnos está sospechosa. Cualquiera que haya ido a esos sitios se pregunta cómo es que sobreviven, pues la mayoría de sus visitantes se pasa la noche entera con apenas un trago y nada más. A todo esto, ¿quien dijo que para pasarla bien hay que amanecer en la calle? Antes de que entrara en vigencia esta medida, usted se daba una vuelta por la capital a las 11 de la noche en un día de semana, y los sitios estaban llenos. Al día siguiente, los centros de trabajo y las universidades estaban repletos de gente soñolienta.
Y los fines de semana, esos eran de antología. Conozco una joven para quien era un orgullo decir que llegó con el sol a su casa. Mientras, sus padres se pasaban la noche en vela, rogando a Dios que no le pasara nada a su hija. En ese tiempo, llegar a una discoteca o café a las 9 de la noche era tener el lugar para usted solo, pues ni un alma había. El sitio empezaba a llenarse y a ponerse "en ambiente" pasadas las 12:30. Si una fiesta no empezaba a las 12 de la medianoche, el anfitrión era un aburrido.
Este horario, aunque algunos lo encuentren "ridículo", hacía mucha falta. El desenfreno que se vio en este país fue una cosa espantosa. Jovencitas de 15 y hasta menos llegaban a estos sitios de diversión nocturna con el look de una mujer experimentada, y el resto, imaginelo. Drogas y alcohol convivían en un mismo local, de donde luego salían las noticias de reyertas, riñas, pleitos y hasta muertes.
¿Es esta la sociedad que queremos? No me parece, y no podemos permitir que así sea. Que siga este horario como está, que hace falta poner orden.
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