Que agradable es ir a una playa, disfrutar del oleaje del mar, la brisa, acostarse sobre la arena para tomar el sol y contemplar los cocoteros. Muy placentero, sí, hasta que llega una persona con un radio a todo dar, dando al traste con sus planes de relajación. Lo más triste del caso es que el hombre del radio anda con 5 muchachos que se la pasan correteando, comiendo y haciendo travesuras. Al final del día, la playa parece más bien vertedero.
La experiencia descrita más arriba explica en gran parte por qué los hoteles prefieren cerrar el acceso hacia las porciones de playa que les corresponden, a pesar de que estas en realidad no tienen dueño. Es que está fuerte que una persona que se encuentre vacacionando tenga que sufrir las impertinencias de personas sin el mínimo de educación.
En una ocasión estuve en un hotel de Luperón y me apenó bastante escuchar a uno de los meseros lamentarse porque había llegado en ese momento una guagua llena de dominicanos que se hospedarían ahí. La expresión exacta fue "ya se acabó la tranquilidad".
Vergüenza debería darnos que ni siquiera nosotros mismos nos aguantamos. Con el paso del tiempo ha declinado mucho la formación hogareña, con la consencuencia de que modales básicos se han perdido. Parece haber pasado a la historia eso de tener consideración con el vecino y la ciudad en general. Es muy desagradable estar durmiendo a las 12 de la noche y que de repente nos despierte una música estridente. Contrario a lo que piensa mucha gente, esta situación se da en todas partes, no importa el nivel social.
La manera en que manejamos es otro reflejo de esa falta de civismo que venimos mostrando desde hace años. Gente que pretende doblar hacia la izquierda desde el carril derecho, conductores que no dan paso, que bloquean intersecciones y peatones que se le tiran encima a los carros.
La basura nos arropa, aunque en menor cantidad que otras veces. Dése un paseo por cualquier avenida, y no tadará en descubrir un mini vertedero en una área medio escondida. En otros casos, está a la clara. Lo peor que he visto es gente que teniendo un zafacón cerca opta por tirar la basura al piso.
El dominicano ha demostrado que puede hacer lo que se proponga. No es tan difícil lograr el cambio de mentalidad para cuidar más a la ciudad y ser más considerados con nuestros vecinos. Los niños de hoy son el futuro de mañana, y si nosotros damos el ejemplo incorrecto, eso es lo que van a aprender. En fin, es hora de corregir nuestras acciones, y si nos unimos en el esfuerzo los resultados serán mejores.
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