La vida está llena de dicotomías. Te dicen que hagas el bien, que actuar de buena fe y con buena voluntad te allana el camino hacia una vida plena. Te dicen que las buenas acciones se multiplican. Te dicen que el karma existe y que tarde o temprano pagamos todo lo malo que hagamos.
La otra cara de la moneda es que, según dice un viejo refrán,
quien hace el bien se condena. Ejemplos abundan, como cuando cedes tu turno en el cajero y cuando vas ya no tiene un chele, o como cuando te sales de tu camino para ayudar a alguien y resulta que el día se te complica a más no poder, a veces con daños directos.
¿Sirve de algo hacer el bien? A veces la satisfacción personal derivada de eso no es suficiente, sobre todo cuando la vida te hace una mala jugada.
A veces nos cae una racha de mala suerte y contratiempos que coinciden con momentos en que estamos haciendo favores y ayudando a otros. Aunque esto se haga sin esperar nada a cambio, es inevitable preguntarse por qué el universo la tiene contra nosotros.
¿Que hice yo para merecerme este pesadilla? Es una pregunta que nunca tendrá respuesta y que ni un millón de acciones positivas podrá jamás revertir. Porque algunas cosas son un misterio, y nada más.
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