¿Cómo se progresa cuando a nada se le da importancia? ¿Cuando se desconoce el origen e historia de las cosas? ¿Cuando se pierden tradiciones por falta de esfuerzo? ¿Cuando todo es nada? Lamentablemente, en esta etapa de la humanidad dominada por lo absurdo, estamos a punto de conocer las respuestas a estas interrogantes, y lo cierto es que el panorama pinta feo.
Imagen: Doodlewash |
Dentro de este triunfo de lo absurdo se ven cosas difíciles de explicar: gente que agrede su salud a propósito en busca de fama, un ideal de belleza exagerado e inflado por vía de cirugías innecesarias y potencialmente peligrosas, fluidez de géneros, identidades indefinidas, gente que denigra a su propio país al tiempo que profesa respeto y amor por otros que hasta le rechazan, mal gusto rampante y un largo etcétera.
Lo absurdo de esta época tiene un amplificador garantizado en la generación millennial, la cual está caracterizada por un grupo de individuos que está muy fuera de contacto con la realidad del mundo. Son personas poco preparadas a nivel de habilidades y aptitudes, excesivamente sensibles (todo les molesta) y, lo peor, con poca voluntad de fajarse.
¿Cómo hemos llegado a esto? Se culpa a la tecnología en gran parte, sobre todo smartphones y redes sociales, pero el fenómeno va más allá. Es un asunto de formación, conocimiento y valoración de las cosas. También es una cuestión de equidad en la distribución de las riquezas.
En esta época todo se quiere de gratis y con el menor esfuerzo. ¿Por qué? Porque en gran parte la humanidad vive en olla permanente. Los trabajos apenas pagan, los grandes empresarios se la pasan apretando el puño y en general las cosas no fluyen. En esas circunstancias es difícil dar el 100% y, en consecuencia, sufre la calidad a todos los niveles. Si esto no es la pura definición de absurdo, está al menos bastante cerca.
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