Obsesionarse es fácil. Basta con tener una idea fija en la cabeza y actuar en base a ella. Una vez se tiene una obsesión todo gira en torno a ella. Se ven situaciones donde no las hay, se crean escenarios imaginarios que al obsesivo le hacen sentido y en general todo se convierte en una teoría de conspiración.
Estar obsesionado es malo para la salud mental y tiene el potencial de arruinar relaciones con amistades y hasta familiares. Con el tiempo una persona obsesiva se convierte en alguien peligroso. Es una persona incapaz de discernir la realidad real de aquella que de manera fantasiosa se crean en su mente. Viven atentos a cada detalle con la intención de buscar la quinta pata y no escatiman esfuerzos a la hora de acusar y exponer sus fabulosas teorías, aunque después caigan por el peso de la realidad.
Una persona obsesionada es capaz de herir y hasta de matar. Pierden el tacto, la racionalidad y la capacidad de pensar. No se dan cuenta de que con sus actos hieren y hacen daño. No respetan cumpleaños, eventos familiares ni fechas especiales. Tampoco respetan hora. No entienden que el mundo NO gira alrededor de ellos.
No hay peor obsesivo que aquel que deja pasar oportunidades para después estar reclamando lo que nunca le perteneció. Estas personas llegan al extremo de exigir explicaciones y aclaraciones a las que no les asiste ningún derecho.
Cualquiera puede desarrollar una obsesión, pero aquellas personas tímidas y retraídas son las que normalmente desarrollan un caso extremo que raya ya en lo peligroso. Son personas a las que todo les da vergüenza, incapaces de entablar conversaciones fluidas en escenarios sociales y a las que les molesta que otros sí sean sociables.
Si usted tiene estas cualidades, revísese. Si usted conoce a alguien así, aconséjelo. Si usted es víctima de una gente así, hágase un favor y aléjese. Muchas historias de estas terminan en tragedia.
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