¿Cómo enfrentar los problemas? La respuesta a esta pregunta va a depender de la situación que se tenga entre manos. Sin embargo, en cada caso hay dos opciones básicas: soluciones temporales que no pasan de ser un maquillaje (o paño con pasta, como dicen coloquialmente) o soluciones que van a la raíz del problema y pueden tomar un tiempo considerable en concluir.
¿Cuál es el mejor enfoque? Depende de la premura. Lo ideal es siempre resolver las cosas de raíz, yendo al origen y aplicando correctivos que inicialmente resultarán dolorosos pero que a largo plazo dejarán a la colectividad satisfecha. Los arreglos temporales, aquellos que se hacen para tapar un poco la situación o allantar al enemigo, no sirven a menos que vayan acompañados de un plan más serio.
Si una pared presenta indicios de una filtración, por ejemplo, el curso más rápido de acción es pintarla para tapar el defecto. A la vista, y para quienes no hagan vida en esas paredes, no hay problema alguno. Sin embargo, pasarán como mucho algunas semanas antes de que salga de nuevo la filtración, con toda la fealdad que representa, si no se le busca la causa y se corrige. Hay gente que literalmente se pasa su vida entera pintando y repintando paredes, sin detenerse a pensar en que a la larga gasta más dinero así y se expone a consecuencias peores y a veces insospechadas.
En este asunto de resolver problemas hay que actuar rápido y con responsabilidad. Prestar atención más al fondo que a la forma. El no atender una situación a tiempo, poniendo todo el empeño de lugar, lo único que hace es que el problema crezca hasta llegar a un nivel imposible de manejar. En este punto empiezan los lamentos, las alarmas, la indignación y una serie de emociones más que en realidad no sirven de nada.
Los problemas no pueden ignorarse para siempre. El día menos pensado sacan la cara y hacen pasar vergüenza. A veces no hay vuelta atrás: los daños son irremediables y solo queda tomar previsiones mirando hacia el futuro.
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