A todos nos pasa alguna vez: reaccionamos mal ante cualquier adversidad, aún cuando sabemos bien que eso no resuelve nada.
"El grito", de Edvard Munch |
Lo peor del caso es que una mala reacción, aparte de no resolver nada, puede empeorar las cosas: puede ser que la carga de angustia aumente, puede ser que obtengamos una mala respuesta y/o voluntad de gente que hasta ese momento estaba dispuesta a ayudarnos y, en general, el ambiente se hace más pesado e inmanejable.
Coger un pique, llorar, hacer escándalos. Todo esto es parte de las emociones humanas. Lamentablemente no resuelven nada. Porque se coja un pique no va a resolverse el impasse con el banco, porque se llore una persona no le hará caso a otra y porque se haga un escándalo el trabajador no entregará el trabajo a tiempo y como se quería.
A veces estas reacciones son una forma de llamar la atención. Un indicio de que la persona necesita que alguien la consuele o le haga caso. Conversar detenidamente, sin juzgar, ayuda. Pero usualmente la gente en ese estado no quiere hablar. Los mismos pensamientos le impiden una apertura que le sería muy beneficiosa en ese momento. En resumen, una complejidad.
Hay gente más compleja que otra, de la misma forma que hay gente que sabe lidiar mejor con las situaciones adversas de la vida que otra. ¿Dónde está la clave o la diferencia? La actitud. El que tiene una actitud negativa constante se va a encontrar con más obstáculos que aquellos que no le dan mente a eso. La gente que acepta que las adversidades son parte del día a día y que la mayoría de las cosas no las podemos controlar vive más feliz.
Este es el tipo de personas que las vemos de lejos y parecen tenerlo todo: familia, dinero, prestigio y amigos. Da la impresión de que llevan una vida perfecta, pero nada más alejado de la realidad. Todos, sin excepción, enfrentamos situaciones desagradables e inevitables, ya sea muerte, enfermedades, obstáculos profesionales o enemistad. Todos estamos presionados por tiempo, todos tenemos demasiados compromisos que atender y todos nos preguntamos alguna vez si esto realmente es vida.
Todo fuera más fácil si supiéramos controlar las emociones, si estamos conscientes de que gritar y patalear no resuelve nada. Esto es más fácil decirlo, pero la evidencia está ahí. No hay que buscar un libro de psicología ni hablar con psiquiatras para darnos cuenta de que es fútil hacer una alharaca ante cualquier situación. Sin embargo, quizás por un asunto antropológico, a menudo la explicación a nuestras reacciones, estamos programados para hacer justo eso. Algunos quizás le llamen instinto de sobrevivencia. Para otros puede que sea una molestia innecesaria. Es nuestro deber aprender la lección algún día.
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