La crecida del río Yuboa se adueñó con furia de una intrusa retro extractora de materiales anclada en el mismo centro su cauce en aquella interminable noche del domingo 28 de octubre. Arrastrada y revoloteada como si tratare de salvarse por si sola, cual gato boca arriba mostrando sus garras se aferra la pesada maquinaria, hasta quedar convertirla en una montaña de escombros.
A los duendes y sirenas que sembraron sus cantos de angustia y de dolor en el silencio de la nohe tortuosa y apagada, un hálito esperanzador si por obra o por fe guardamos la creencia en un cristo salvador.
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