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52 años después del ajusticiamiento de Trujillo sigue habiendo dos realidades que a simple vista chocan y resultan un tanto contradictorias.
Por un lado, el tema de Trujillo, sus hitos, sus excesos y las barbaridades cometidas durante sus 31 años de dictadura siguen fascinando a dominicanos y extranjeros. Por el otro, a pesar de esta realidad palpable, no hay quien hable de poner un museo dedicado al tema sin que le caigan los perros atrás.
En algunos círculos mencionar el nombre de Trujillo equivale a una blasfemia. Quienes se oponen a que haya un museo que cuente la historia de la Era, con sus partes buenas y malas, se autodefinen como antitrujillistas, hijos y relacionados de víctimas del régimen o afiliados de alguna forma u otra a quienes ajusticiaron al sátrapa aquel 30 de mayo de 1961.
Hay cosas que no se ponen en duda. Que Trujillo cometió excesos y abusó del poder es una realidad bien documentada. Que al mismo tiempo este país empezó a institucionalizarse, también. Que Trujillo tenía delirios de grandeza, otra realidad. Que hubo muchas víctimas del régimen, también. Que fueron valientes quienes ajusticiaron al tirano es otra realidad debidamente documentada. Lo que se pone en duda siempre es la validez de preservar esta porción de nuestra historia en la forma de un museo, y ahí es donde mucha gente se equivoca.
Contrario a la creencia generalizada, tener un museo dedicado a la Era de Trujillo no equivale a enaltecer la figura del jefe ni alimenta el trujillismo que aún sigue latente en una parte importante de los dominicanos, aún cuando no lo quieran admitir abiertamente. No. Un museo debidamente equipado y que cuente la historia desde todas las vertientes posibles es necesario para evitar que esta historia se repita. De paso, sería un atractivo más del país, porque no es cuento que el alcance de Trujillo y su dictadura es universal. Se trata de la porción de historia dominicana más conocida, discutida y documentada. ¿Por qué desperdiciar esto?
Estamos ante una sociedad que a lo largo de las décadas ha carecido de visión y que suele restar importancia a su historia y cultura. En Estados Unidos y Europa la cosa es distinta: abundan los pueblitos históricos y los museos más variados, contando a veces historias que solo los locales conocen. En cada caso hay un interés por preservar el más mínimo detalle, desde documentos y efectos personales hasta edificios. Tristemente, esto no se ve en la RD.
Estamos en un país con una riqueza natural, cultural e histórica única que pocos han sabido valorar. A modo de ejemplo está la Zona Colonial, siempre fea, siempre abandonada. La única razón por la que no han tumbado eso es porque se trata de un patrimonio de la humanidad. Si no, hace rato hubiera dado paso a otra cosa. Igual suerte corren sitios como La Caleta, el centro histórico de Santiago, el patrimonio cultural de San Pedro de Macorís y el histórico pueblo de Montcristi. Todo porque no hay visión.
En San Cristóbal, donde Trujillo tenía varias casas, estas se han ido perdiendo en el tiempo, abandonadas a su suerte, en parte por culpa de esta falta de visión y por la permanente oposición a contar y preservar esta parte de la historia contemporánea dominicana. Esto es un error.
El museo de Trujillo no seria para enaltecerlo ni ponerlo como el Padre de la Patria, sino para que la nueva generación sepa en que consistió su tiranía.
ResponderEliminarHay cosas que pasaron, que están en la historia y no se pueden obviar. Tenemos otros ejemplos como la Inquisición Española, la cual se puede ver en España, no para incentivarla, sino como un ejemplo de los excesos del celo religioso.
Está el caso de los campos de concentración Nazi ect los cuales forman parte de una era oscura de Alemania, pero ahí está como muestra.
Lo de Trujillo seria otro tanto. Ya vivimos en tiempos mas avanzados y no es posible que surja otro Trujillo. No están las condiciones para eso.
En el museo se podría recrear en un cuarto lo que fue la "cuarenta", para citar un caso. Y eso en nada va a favor de Trujillo.
Exacto. Ese es el punto: contar la historia, educar al respecto y exponerla de tal manera que no vuelva a repetirse. De momento tenemos una representación de "la cuarenta" en el Museo de la Resistencia, ubicado en la Zona Colonial. Sin embargo, hace falta más, porque eso es solo una parte mínima de una historia larga y compleja que todavía tiene incidencia entre los dominicanos y que es la que más ha trascendido fuera del país.
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