
Desde que arrancó como presidente, Obama aprobó una serie de estímulos con la finalidad de impulsar una economía que se vio severamente afectada por el lío hipotecario que salió de las tasas subprime, evento que tuvo consecuencias de carácter mundial y que vio a muchos residentes en Estados Unidos perder sus casas, lo mismo que bancos que cerraron, firmas de corretaje declaradas en bancarrota y el desplome sucesivo de las bolsas de valores.
En medio de este escenario de economía maltrecha, situación agravada por las cada vez mayores metidas de pata del presidente saliente George W. Bush, Obama asumió el poder. Prometió muchas cosas: reforma de salud, cese a la guerra de Irak, cierre de la base de Guantánamo, reforma migratoria, reducción del desempleo y un largo etcétera. De lo mencionado acá, solo ha cumplido con la reforma de salud, que ha sido ampliamente criticada.
Como consecuencia de su desempeño, que muchos califican de flojo, la popularidad de Obama se ha ido reduciendo paulatinamente, al punto de que el propio partido demócrata corre peligro en las próximas elecciones congresuales.

¿Suena conocida esta historia? Claro que sí. Es una historia que se repite en todas partes del mundo, y es por eso que hay quienes definen a la política como el arte del engaño.
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