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El que busca, encuentra

El ser humano es una fuente permanente de contradicciones: se pasa la vida alardeando de sus dotes, pero al menor chance suele demostrar su cobardía y falta de carácter. Aspira a la riqueza y la abundancia, pero con la ley del menor esfuerzo.  En relaciones interpersonales, ocurren situaciones curiosas. Quiere el amor, pero no es capaz de comportarse de manera respetuosa o valorar aquello que tiene una vez lo consigue.  A nivel de relaciones es donde más salen a relucir las peores cualidades del ser humano: desconfianza, desconsideración, egoísmo y un largo etcétera   Como parte del escenario planteado en el párrafo anterior, pasan cosas que, en ocasiones, resultan en una hecatombe de proporciones épicas, y es por eso que la prudencia es la mejor política   Dice un viejo refrán que el que busca, encuentra, y no es cuento   Es mucha la gente que, por desconfianza, curiosidad o celos, se pone a meter los ojos donde no le incumbe: cartas, chata, documentos, gavetas de uso personal y cualq
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Con propaganda no vamos a ningún lado

Dice un viejo refrán que no hay peor ciego que aquel que no quiere ver, y vaya si la pegó quien fuera que acuñara la frase. En esta época de engaños sofisticados, donde se ha convertido en una norma casi mundial el vivir del allante, con la ayuda siempre fiel de las redes sociales, es fácil perdernos en un mundo de fantasías que tan vacío como frívolo.  Que la gente de esta época se deje llevar de influencers vacuos y pretenda autoengañarse al someterse a 700 cirugías y procedimientos estéticos que tan solo entierran aquello que se ha querido negar desde el principio, es un derecho que compete a cada cual.  Vamos por las calles y vemos gente literalmente disfrazada, irreconocible, pero que juran   que se ven bien porque algún influencer de última les lavó el cerebro y les convenció de que ese es el camino a seguir.  También vemos gente tarareando canciones con letras impronunciables, ya sea porque están en otro idioma, porque no se entienden o porque son increiblemente sucias, sin dete

De chiste en chiste

Llevo alrededor de siete meses que no escribo en este blog, y la verdad es que no ha sido por falta de ánimo o de interés, sino porque no sabría por donde empezar. Este es un blog que siempre, sobre todo en sus últimos años, se ha caracterizado por ser un espacio de reflexiones personales y desahogos, casi siempre provocados por situaciones absurdas que ocurren en el día a día. Muchas de esas situaciones absurdas que dan pie a reflexiones y desahogos derivan de las maravillas que marcan a quienes tenemos la dicha de vivir en República Dominicana, un país que lo tiene todo y que es merecedor de mejor suerte.  Par de años atrás, casi tres, una mayoría de dominicanos votó por un supuesto cambio que, hasta ahora, no ha pasado de ser una mala campaña de marketing, y el resultado es que ahora hay MUCHA gente desesperada ante la sucesión de metidas de pata de un gobierno que, simplemente, no tiene madre.  El cambio prometido se ha convertido en un retroceso de varias décadas, con institucione

Ser organizado en un mundo de informales = sufrimiento

En un país donde la informalidad, la chabacanería y la improvisación campean, ser organizado y responsable es un autético sufrimiento. Cuando se trabaja en organizaciones sin estructura, sin planificación ni logística, ser organizado y responsable no es solo un sufrimiento, sino una verdadera pesadilla.  La gente organizada, formada bajo el precepto de seguir reglas y orientada a obtener el mejor resultado de la manera más eficiente posible, se asfixia en escenarios donde las cosas ocurren medalaganariamente y de forma desorganizada.  A la gente organizada no le gusta que la saquen de concentración por la falta de organización del otro. La gente organizada detesta perder el tiempo por cosas mal planificadas o carentes de lógica y/o logística.  Se entiende que algunas cosas ocurren sin avisar y que no queda de otra que resolver, pero suele ocurrir que cuando se trabaja para terceros se avisan cosas sin rejuego de tiempo por desorganización y falta de planificación del otro.  Eventos pla

¿A qué estamos jugando?

Banderas distorsionadas, activismo woke en redes, un cambio que no es cambio, fake news, mala información -que no es lo mismo que fake news- y un afán por resaltar raíces africanas han tomado a la sociedad dominicana un tanto desprevenida en lo que va de 2022.  Cierto es que lo del cambio inexistente empezó en 2020, pero en este año, del que ya van cuatro meses, es que estamos viendo la magnitud del tollo que se está cocinando, con efectos que los sentimos todos a niveles más allá del bolsillo.  En este año, más que nunca, la identidad dominicana parece irse desvaneciendo poco a poco, sin que nadie la defienda de una manera que se haga sentir.  En las redes sociales, las chismosas de esta época, hemos visto cómo unos pocos ciudadanos se han quejado por una supuesta obra de arte que en sí representa una blasfemia al principal símbolo de la identidad dominicana.  Hablamos, por supuesto, de la bandera dominicana, a la cual se le ha trastocado el escudo en nombre del "arte", inte

Entonces, sí al orgullo patrio... no a la xenofobia

Una situación de lo más curiosa se ha dado hoy en las redes sociales dominicanas.  De manera específica, hay un llamado en Twitter a bloquear al Diario Libre, siendo la razón un editorial publicado en fecha 29 de noviembre de 2021 bajo el título " Orgullo patrio, no xenofobia ". El título hace un llamado sensato, y en general el editorial es también un texto sensato, hasta que se llega al tecer párrafo:  Ese sentimiento xenófobo ha comenzado a aflorar y a fortalecerse en la República Dominicana, alimentado por la compleja situación que se vive en la vecina Haití, y hay que tener cuidado, porque se presta para las injusticias. ¿Dónde está el problema? Para empezar, este breve editorial, de apenas cuatro párrafos, pretende simplificar en unas pocas líneas un problema muy complejo que por décadas ha tenido incidencia en la República Dominicana.  El párrafo señalado, que es la parte más objetable de todo el escrito, procede a afirmar que la xenofobia está "aflorando" y

La Zona Colonial hiede

En República Dominicana queremos vivir del turismo, y lo cierto es que tenemos suficientes atracciones para ello, pero... hay un gran problema.  No valoramos, no cuidamos y no le damos mantenimiento de nuestras cosas. La Zona Colonial, la tacita de oro de Santo Domingo, siempre está a la espera de un esplendor que no llega.  Es una pena que un sitio con tanta historia, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, esté sucio y abandonado en muchas partes.  Cierto es que hay un buen conjunto de edificaciones en buen estado, que está repleta de hoteles y restaurantes y que tras la pandemia (bueno, estamos aún en pandemia, pero se entiende) ha vuelto el dinamismo que le caracterizaba, pero lo que son monumentos y aceras están faltos de mantenimiento.  Quizás lo peor que tiene la Zona Colonial sea el mal olor a pipí, cloaca y aguas negras que emana en muchos de sus puntos. Lo ideal es recorrearla a pie, pero esos olores no ayudan, denotando de paso falta de limpieza o, quizás, de aut